“EL PÁJARO QUE TRAJO EL FUEGO”
MITO
DEL PUEBLO PARECIS, BRASIL
ACRECA
DEL AUTOR:
FRANCO
VACCARINI
NACIÓ EN LA CIUDAD BONAERENSE DE LINCOLN EN 1963 Y VIVE EN
BUENOS AIRES DESDE 1983. CURSÓ ESTUDIOS DE PERIODISMO EN EL CÍRCULO DE LA
PRENSA Y ASISTIÓ A LOS TALLERES LITERARIOS DE LOS ESCRITORES JOSÉ MURILLO Y
HEBE UHART. ES SUBDIRECTOR DE LA REVISTA DE CUENTO LATINOAMERICANO MIL MAMUTS.
- LUEGO DE LEER EL
MITO “EL PÁJARO QUE TRAJO EL FUEGO”
ESCRIBE CON TUS PALABRAS LA PARTE
QUE MÁS TE GUSTÓ, QUE TE HIZO REÍR O QUE TE HIZO RECORDAR ALGO.
RESPONDE
·
¿Qué
significado tenía el fuego para la Tribu pareci?
·
¿Cuál era
el consejo que le brindaba el Cacique a su tribu?
·
¿Cómo era
el pájaroque cantaba y juraba?
·
¿Qué
sucedió con las hogueras cuando llovió torrencialmente?
·
¿Quién se
ofreció a encontrar la brasa que quedaba encendida? ¿Qué animal era?
· Dibuja la
parte que más te gustó de la historia.
“EL
PÁJARO QUE TRAJO EL FUEGO”
Aquel invierno había cubierto
de barro los caminos de la selva; caminos hostiles, plagados de alimañas,
siempre peligrosos. Sin embargo, para la tribu pareci, la selva era el lugar
más seguro del mundo. Frente a cada una de las chozas había una hoguera que
nunca se consumía del todo y que alumbraba las noches. El cacique no se cansaba
de repetir:
-¡Hay que mantener el fuego
vivo y chispeante!
Es que el fuego era alegría,
calor, protección, comida caliente. Alejaba a los animales salvajes y a los
insectos.
Había un pájaro que sólo
cantaba al amanecer y al anochecer: el pájaro juraba. Tenía una cola larga,
cuerpo chiquito, plumas verdes, azules, naranjas y amarillas. Siempre rondaba a
los parecis, porque le gustaba el fuego y el movimiento de los hombres. Para
los chicos de la tribu era un amigo más, que admiraban a distancia por su
belleza.
Un día llovió como nunca y las
hogueras se apagaron. Jóvenes mensajeros corrieron a visitar comunidades en
busca de un leño encendido, pero descubrieron que en todas partes, el fuego se
había convertido en un terrón oscuro de cenizas húmedas.
El cacique no paraba de
lamentarse.
-No hemos cuidado el regalo de
los dioses como era debido. ¡Los dioses nos quitaron su regalo!
Un joven mensajero se le
acercó, muy agitado, luego de visitar a una tribu amiga:
-Se corre un rumor en la
selva, se dice que hay una brasa encendida todavía. Una sola.
-¿Dónde? Preguntó el cacique.
-En un rincón lejano, debajo
del árbol más alto. ¡Pero nadie sabe cuál es el árbol más alto!
El cacique convocó a todos los
animales para pedirles ayuda. Los animales eran sabios para encontrar lo que
necesitaban. Pero ellos no necesitaban el fuego.
El jaguar respondió con
desprecio:
-¡Y para qué quiero yo encontrar
el fuego!
El yacaré dijo, indiferente,
con su gran bocaza llena de colmillos:
-Yo no estoy ni a favor ni en
contra del fuego. Si se apaga o no, no me importa. El mono afirmó, mientras
comía una banana:
-Con gusto lo buscaría, de no
estar tan ocupado.
Entonces Juruba decidió
intervenir:
-Yo iré a buscar esa brasa.
-¡Eres nuestra esperanza! –le
confesó el cacique.
Juruba revisó cada montón de
cenizas escarbando con su pico, sin resultado. ¿Dónde quedaría aquel lugar
lejano? Entonces, recordó lo que dijo el mensajero: “entre las raíces del árbol
más alto de la selva”. Juruba amaba a los hombres y la chispeante alegría del
fuego, así que decidió elevarse por sobre todos los árboles para ver el más
alto. Pero eso tampoco era fácil…la selva era tan grande. Cada vez que Juruba
veía un árbol muy alto buscaba entre sus raíces y volvía a subir.
Y así lo hizo diez, cien
veces.
Finalmente, Juruba encontró la
brasa y la cargó con su pico, pero… ¡Ay! ¿Cómo soportar ese calor? Él tenía una
cola larga, así que llevó con su pico la brasa hasta la punta de la cola y voló
de regreso.
Casi a punto de morir de
hambre y sed, agotado, dejó la brasa a los pies del cacique. Los hombres y las
mujeres acercaron hierbas secas, hojas, ramitas… Llenaron sus pulmones de aire
y soplaron… ¡Y la primera llama brotó!
El pequeño Juruba hinchaba su
pecho de orgullo. Eso sí, su cola ya nunca sería la misma: había quedado en
ella una especie de hueco, allí donde la brasa se sostuvo. Desde entonces, sus
descendientes llevarían esa marca para que los parecis nunca olvidaran a
Juruba, el héroe que les llevó el fuego de vuelta a sus hogares.
FIN