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jueves, 24 de junio de 2021

Cuento con sapo y arco iris. Gustavo Roldán

 


Hola, tenemos una nueva historia ¡¡No se la pierdan!!


 GUSTAVO ROLDÁN

Después de nacer, porque antes entendía poco y nada, fui tratando de comprender el mundo. Creo que entonces comencé a escuchar cuentos y canciones.

El mundo era grande, lleno de árboles, ríos y lagunas, y lleno de pájaros y monos. Ahí, en Fortín Lavalle, junto al río Bermejo, todos los hombres eran hombres de a caballo. Por eso aprendí a caminar y a andar a caballo más o menos al mismo tiempo.

Como me gustaba escuchar cuentos, un día, muchos años después, yo también me puse a escribir. Y escribí El vuelo del sapo, Dragón, Historias del piojo, La leyenda del bicho colorado, El camino de la hormiga, Las pulgas no andan por las ramas y otro montón de libros, pensando que los chicos podrían divertirse leyéndolos. Espero no haberme equivocado.


ANTES DE LEER EL CUENTO, REFLEXIONAMOS ENTRE TODOS:

·         ¿DE QUÉ PUEDE TRATAR? ¿QUIÉNES APARECERÁN EN LA HISTORIA?

 

   “CUENTO CON SAPO Y ARCO IRIS”

 

El calor era tremendo. Era uno de esos días en que nadie tiene ganas de moverse y todos los bichos se quedan quietos bajo alguna sombra. Solamente las iguanas cruzaban los senderos sin asustarse de ese sol tan cruel.

Entonces, se oyeron los primeros truenos. Una nube más negra que el espanto tapó el monte y comenzaron a caer las primeras gotas. Eran gotas grandes, que sonaban como tambores en las hojas de los árboles.

La lluvia golpeaba la tierra y, en el río, las burbujas parecían bailar de alegría. Los bichos jóvenes corretearon mojándose porque esa era la fiesta más deseada.


La carpinterita se asomó desde el hueco de su árbol y dijo:

- ¡Qué hermosa es la lluvia! Yo no conocía la lluvia y primero me asusté. Pero ¡qué hermosa es! ¿A usted le gusta, don sapo?

-Mire, m’ hija, no le quiero contestar mal, así que no me haga preguntas. Este día me trae malos recuerdos.

-Pero usted está metido en ese hermoso charco, y yo sé que le gusta el agua.

- ¡Qué me va a gustar! Estoy así porque no me queda más remedio, culpa de estas patas cortas. Si me hubieras visto en mi época de patas largas… ¡Qué lindo era correr carreras con el ñandú! A veces ganaba él, a veces ganaba yo, pero siempre estábamos contentos.

-No entiendo nada, don sapo. ¿Usted tenía patas largas?

-Las más largas y las más hermosas. Como las patas de las garzas.

-Cuénteme, don sapo, yo quiero aprender lo que usted sabe.

-En esas épocas, las cosas eran mejor que ahora. Pero te lo cuento solamente a vos. No quiero que después anden comentando por el monte.

-Sí, sí, don sapo. No le voy a decir nada a nadie

-Todo fue culpa de una lluvia tan grande y hermosa como ésta. Llovía y yo corría de un lado para el otro, aleteando y silbando las más lindas canciones con mi largo pico de silbar canciones.

- ¿Estaba muy contento?

-A más no poder. Contento correteaba, con mí largo pico, con mis largas patas y mis largas alas.

-Ay ay ay…. Me parece que cada vez entiendo menos.

- Ya vas a entender, pajarita. Ya vas a entender.

Comencé a contarte y ahora tengo que decirte todo.

-Bueno, pero eso de patas largas, poco largo, largas alas…

-Sigo con la historia. Y en esa tarde de lluvia estaba contento y mis patas corrían a una velocidad increíble.

Sólo el ñandú podía ser tan ligero como yo.

Y al sapo se le cayeron dos lagrimones.

-No llore, don sapo. Cuénteme lo que pasó.

-En ese momento, llegaron dos garzas blancas. Se las veía tristes y preocupadas. Me dijeron: “Amigo sapo, estamos muy tristes porque queremos correr como usted y no podemos, ¿No nos prestaría por un rato sus patas?”. Yo estaba contento, me sentía generoso, las garzas eran mis amigas, y les presté las patas. Las dos se fueron, felices.

Los ojos de la carpinterita se abrieron de asombro. Pero también otros mil ojos y orejas, escondidos entre los pastos y las ramas de los árboles, miraban y escuchaban lo que le decía el sapo.

- ¿Y entonces? – preguntó la pajarita.

- Entonces, pasó casi lo peor.

- ¿Casi, don sapo?

-Sí, porque lo peor vino después. Llegó el tordo y me dijo: “Amigo sapo, usted sabe que yo admiro su silbido. Nadie en este monte puede hacer una música tan hermosa. ¿No me prestaría por un rato su pico silbador?”.

Qué iba a hacer. El tordo era mi amigo, y yo me sentía generosos en ese día tan lleno de lluvia.  “Más tarde se lo devuelvo”, me dijo, y salió volando y silbando la canción más linda que se haya escuchado por aquí.

-Ay ay ay –dijo la carpinterita-. Eso sí fue lo peor.

-Todavía faltaba más. Me quedé esperando para ver aparecer el arco iris, porque la lluvia estaba parando. Y en ese momento llegó el halcón. “Amigo sapo, me dijo, usted sabe que yo admiro su vuelo porque puede ir hasta arriba de las nubes y mirar el mundo desde ahí. Siempre sueño con mirar el mundo desde arriba y creo que eso me haría feliz.

¿No me prestaría por un rato sus poderosas alas para que yo pueda darme el gusto?”.

- ¡Y usted le prestó las alas…!

-Sí, y me quedé esperando que las garzas me devolvieran las patas, que el tordo me devolviera el pico y el halcón, las alas.

- ¿No se los devolvieron?

-Nunca más. Se entusiasmaron tanto que no hubo caso. Por eso me ve aquí, en este chaco, y con cara de pocos amigos.

-Pero ahí se le acabaron las desgracias.

- ¡Que se van a acabar! En eso, llegó el zorro. Pajarita, ¿viste qué hermosa cola tiene el zorro? ¿De dónde creés que la sacó?

- ¡Usted se la prestó!

-Y jamás me la devolvió. Y ahora se luce por todos lados mostrando se hermosa cola.

-Don sapo, esas fueron demasiadas desgracias juntas.

-Por eso estoy triste, carpinterita.

- ¡Mire, don sapo, allá viene una sapita! Y me parece que lo anda buscando, porque le hace señas.

Sí, sí, lo está llamando.

- ¿Seguro que me hace señas y me llama?

-Segurísimo. Desde aquí arriba, la veo muy bien. Y viene sonriendo muy contenta.

- ¿No estarás equivocada?

-Para nada. Y lo llama y le tira besos.

- ¿Estás muy muy muy segura, carpinterita?

-Ufa, don sapo, ¿qué le pasa a usted?

-Es que estábamos peleados y eso me tenía muy triste. Pero ahora me voy corriendo a encontrarla

Y el sapo salió a los saltos, alegre a más no poder.

-Pero, don sapo, ¿ya se olvidó de las alas y el pico y las patas y la cola que le robaron?

-Qué pico ni qué patas. ¿Te parece que a esa sapita le hace falta una cola larga como la del zorro para ser la más hermosa?

-No entiendo nada, don sapo.

-No importa, pajarita. Ahora mirá cómo comenzó a salir el arco iris.

La pajarita carpintera primero no entendió nada, pero después comenzó a comprender que el mundo era más complicado de lo que parecía.

-Bah –dijo-, mejor me voy a jugar con mi amigo el elefantito.

 

 

 

Luego de escuchar la historia dibuja la parte que más te gustó, que te hizo reír o te hizo recordar algo.

 

 



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